lunes, 21 de mayo de 2018

ANGELINES









Ayer hizo dos meses que nos dejaste. Me parece una eternidad. Ya ves, casi cincuenta años juntos, que ahora me parecen un “suspiro” y dos meses sin ti que me parecen “toda una eternidad” y ¡esto ya no puede cambiar! Tengo que ser yo el que me tengo que acostumbrar, porque las circunstancias ya no volverán nunca a ser como antes.
Tengo la necesidad de contarte algunas cosas, en relación contigo, que han ido ocurriendo en estos dos meses.
Lo primero que se me ocurre es decirte que hicimos una misa, en tu memoria, en la Iglesia de Nuestra Señora La Blanca, en Canillejas. No fue una sorpresa para mí, pero te cuento que la Iglesia estaba llena, y eso que "hacía una tarde de perros". Por solo contarte algunos de los que fueron a la Misa y que no habían estado en tu despedida: los vecinos del portal de Sílfide (con alguna sorpresa, que por ser muy íntima y que no nos atañe a nosotros, te lo contaré por otros medios). Los Gutiérrez, que ya habían vuelto del viaje; los Casáñez, Paco y su mujer; Mariano; la madre de "Chete" (ahora no me acuerdo como se llama); los Castro, que esta vez se vinieron desde Alicante, Antolín ya me ha invitado a una corrida de toros y, al salir, nos estaba esperando María Eugenia y tomamos una cerveza juntos. Quedamos en que otro día me invitará, para antes de la corrida ir a comer juntos los tres. Juan y Beatriz fueron a misa en Denia. ¡Quién hubiera podido! ¿Verdad?
Junto con María Eugenia estuvieron tus amigas del “grupo de los martes”, yo creo que casi todas (bueno, a todas no las conozco), con el riesgo de dejarme alguna sin nombrar: Paquita, Isabel, Lola y dos más de las que ahora no me acuerdo de su nombre: una de ellas había estado en la comida, aquella comida que fue una excepción, donde nos invitasteis a dos hombres: a Antolín y a mí. Otra, que es de nuestro antiguo barrio, del bloque de Lola, es la que murió su marido en un accidente de tráfico, me dijo que ya hacía 37 años, cuando llevaban casados 7 años. Estuve hablando con ella un largo rato y me dijo que “estas cosas” no se olvidan en toda la vida, y que ahora se marchaba del barrio porque había comprado un piso por Móstoles (o Alcorcón), para estar cerca de una hermana.
Estuvieron las hijas de tu prima Puri; Carlos, con su chica, el hijo de tu prima Adela. Repitieron muchos de los que ya habían estado con nosotros el primer día: hermanos, primos, amigos, (los amigos de nuestros hijos volvieron a no fallar), etc.; algunas compañeras del grupo de tai-chi, que se habían enterado por mi hermana Pili.
Después hicimos otra misa en tu pueblo, Olombrada. La hacen las de una Cofradía, o Hermandad, a la que te tenía apuntada tú madre, y fueron tus amigas: Concha, la vecina del pueblo; Fuencisla; Victoria; Dolores, la mujer de Ause, y tus primas Carmelina; Pilar, que ya se apoya sobre un bastón; Leonor, de Fuentesauco, con su marido Evencio; Puri, con dos de sus hijas (una es la que vive en Aguilar de Campoo). También estuvo Dolores, la hija de Felisa. La vi bastante bien, aunque apoyada en un andador; no la pude saludar en la Iglesia y fui a buscarla al Centro de Mayores, donde se dan cita todas las tardes para echar la partida de cartas. También estuvieron Charo y Jesús, tus primos, y no falló, una vez más, Empidia.
En estos dos meses han pasado algunas cosas buenas: ha nacido tu nieta María, guapísima. Ha venido a llenar un espacio en la familia, pero no puede suplir tu ausencia ¡Cuánto podríamos dar por que la tuvieras en tus brazos! Meri la quiere con locura. Hace unos días, cuando vino de alguna actividad extraescolar, su madre le dijo que había vomitado un poco y Meri se molestó por qué, dijo, quería haber visto lo que había vomitado María.
En estos dos meses me ha dado tiempo a recordar algunas de nuestras vivencias; algunas de ellas en esos largos viajes a otros continentes: Tailandia; Bali; Santo Domingo, en el Caribe; Acapulco y México D. F., con escala en Monreal ¿Te acuerdas qué nevada había? y luego, nosotros, a bañarnos en Acapulco. También por Europa: Inglaterra, cuando estaban tus primos; Francia, cuando me quisieron robar en el metro; Bélgica, Holanda, Italia, Rumanía, Checoeslovaquia, cuando aún era Checoeslovaquia, ¿Qué buena cerveza bebimos en Praga? Grecia; Portugal, ¡qué bonito El Algarbe en el mes de febrero, con los almendros en plena floración! ¿Te acuerdas? Otras veces, varias, a Lisboa. También por el norte: Desde Braga a Espinho, Oporto, Viana do Castelo ¡Qué playa!. Eran los años de la “Revolución de los Claveles” y teníamos “tropecientos” kilómetros de playa para nosotros solos, con el camping separado de la playa por una duna. Y, por cambiar de continente, Marruecos, Túnez.
Hace unos pocos días me acordaba de aquellos domingos por la Sierra de Madrid, sobre todo “La Pedriza”, la mayoría de las veces con Pili de compañera (Carlos estaba haciendo la “mili” muy lejos; por lo menos en Tenerife). Las subidas las hacíamos muy bien, aún éramos muy jóvenes, pero las bajadas de Pili eran apoteósicas (no tenía frenos), eran por “aceleración progresiva”. Tenía que correr yo para cazarla al vuelo y agarrada al extremo de un bastón bajar frenándola. Qué atascos nos “tragábamos” para volver por las tardes (Colmenar Viejo era interminable). Me acordaba que, para hacerlo más corto, me decías que cantara en el coche. Te gustaban algunas rancheras mexicanas, El Trío Los Panchos, con sus boleros; Manolo Escobar. Recuerdo una canción de Pedro Infante que, cuando estábamos solos en el coche, me decías que te cantara. Aún la recuerdo. El otro día la escuché acordándome de ti.
DEJA QUE SALGA LA LUNA
Y decía:
Deja que salga la luna, deja que se meta el sol, deja que llegue la noche, para que empiece nuestro amor.
Deja que las estrellitas, me llenen de inspiración, para decirte cositas, muy bonitas, corazón.
Yo se que no hay en el mundo, amor como el que me das y sé que noche con noche, va creciendo, más y más.
Y sé que noche con noche, va creciendo más y más.
Cuando estoy entre tus brazos, siempre me pregunto yo, ¿cuánto me debía el destino? que contigo me pagó.
Por eso es que ya mi vida, toda te la entrego a ti, tú que me distes un beso, lo que nunca te pedí.
Yo se que no hay en el mundo, ….
Me decías que hacía muy bien los “falsetes”, yo los llamaría “gallos”.
Después, Álvaro y Alfonso, se reían cuando poníamos estas canciones, sobre todo las del Trío Los Panchos, en la casette del coche. Ellos lo que querían era rock duro, (Heavy Metal) que a mí me ponía de los nervios, tanto ruido.
















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