Hoy (04/08/2018)
hace 54 años que una víbora le picó, en un brazo, a mi hermana Fina, la menor
de 7 hermanos.
Era
una niña, tenía 11 años y aquel día, la cuadrilla de segadores, junto con mi
padre, estaban segando en la Manezuela y a Fina le encomendaron la misión de ir
a llevarles la comida del medio día (¿explotación infantil?). No, supervivencia
familiar). Montada en una mula y con las alforjas llenas, a eso de las 2 de la
tarde se presentó en el “tajo” y con la ayuda de mi padre, descargaron las
viandas y el cántaro de agua fresca y lo colocaron junto a unas piedras y a la
sombra de una chaparra, que es donde la “cuadrilla” tenía sus atuendos.
Cuando
estos terminaron la “mano” que estaban dando, se sentaron a la sombra, cada uno
en una piedra que habían colocado haciendo círculo y se disponían a comer. Fina
trataba de sacar de las alforjas la comida y cuando introdujo la mano dio un
grito, sacando el brazo de una fuerte sacudida y la víbora aún salía enganchada
del brazo. Mi padre, después de matar el bicho, cogió la niña y más, supongo,
por intuición que por conocimientos específicos, aunque en la guerra había
estado algún tiempo como sanitario, le ató un hatillo, de los de atar la mies, en el brazo y por encima de donde tenía la picadura, se montaron en la
mula y la llevó al pueblo, donde la niña se quedó con el cuidado de mi madre y
mi padre tomo una bicicleta y se marchó, a toda prisa, a buscar el médico que
residía en Mandayona.
Cuando
llegó el médico, D. Laureano, del que la gente, en general, tenía bastante
buena opinión y era apreciado; no sé si por exceso de confianza o que
sencillamente falló, le quitó la atadura, pues el brazo, al parecer, estaba
tomando mal color, probablemente debido al apriete de la atadura que, aunque su
función principal era que el veneno no pasara al resto del cuerpo, dificultaba la circulación de la sangre en el
brazo donde tenía la picadura, con algún riesgo de gangrenarse.
No
recuerdo si tomó alguna otra medida o simplemente creyó que aquello no tenía
mayor importancia; el resultado es que a última hora de la tarde y con el cariz
que estaba tomando el asunto, mis padres tomaron la decisión de coger la niña y
llevarla al hospital a Guadalajara, donde al verla decidieron de inmediato
trasladarla a Madrid. En Madrid saltaron todas las alarmas, la niña
sencillamente se estaba muriendo. Buscaron algún antídoto, pero parece que no
había mucho donde elegir. No recuerdo de que modo, pero la noticia tuvo una
gran repercusión, pues alguna emisora de radio se hizo eco del caso y le dio
difusión pública en las ondas. Como caso anecdótico (después contaré otra
anécdota también muy gráfica y que refleja el drama que vivimos la familia)
diré que una persona de Castejón de Henares, que estaba trabajando en Francia,
se enteró por la radio de lo que estaba pasando en su pueblo.
La
reacción no se hizo esperar mucho, pero podía ser demasiado tarde. Se pasó un
día de auténtica angustia, buscando de un lado para otro: que si en la farmacia
tal la pueden tener, que si en la farmacia cual pueden hacer un brebaje;
probablemente algún médico informara de que había un antídoto tan reciente que
aún no había salido a la red comercial farmacéutica. Por influencia de no se
quien, pero supongo que sería el mismo hospital, se tuvo acceso al almacén
central de la S. S. que por aquel entonces tenía su sede, creo que, en la calle
Rodríguez Sanpedro (Madrid) y proporcionaron el medicamento, pero podía ser
demasiado tarde. Ya hacía más de 24 horas de que Fina había sido picada por la
maldita víbora y aquello no hacía sino empeorar la situación según iban pasado
las horas. Un veterinario, que unos pocos años antes había ejercido en Castejón
de Henares y que en aquel momento desempeñaba sus funciones profesionales en un
pueblo de Toledo, se puso a disposición de la familia e inició la búsqueda de
sanguijuelas que parece que tienen la virtud de chupar la sangre en la zona
donde había picado la víbora y ser capaces de extraerla, pero al mismo tiempo
también el veneno, en cantidades que pueden ser mayores que su propio volumen.
Estas sanguijuelas se crían en pequeños arroyos (aguas dulces). Alguien nos
había informado que en un arroyo, entre Carabanchel y Leganés, se criaban
sanguijuelas y, ya por la noche de aquel segundo día, estuvimos buscando hasta
que cerca de la medianoche pudimos llevar al hospital algunos ejemplares que,
incluso, desconozco la razón, tardaron algún tiempo en hacer su función.
Pocos
minutos después un médico dijo algo que fueron los primeros rayos de esperanza
“parece que hemos conseguido que el proceso se estanque. Aún hay que esperar
para ver la evolución. En cualquier modo quizás haya que amputar el brazo”. Las
cosas empezaban a cambiar; ya no era la opinión tan pesimista de la última hora
del día anterior. El antídoto, los tratamientos previos, las sanguijuelas o
quien sabe si todas las cosas juntas, estaban dando los resultados que todos
anhelábamos, invirtiendo el proceso. De momento solo era una ilusión.
Al día
siguiente, por la mañana (aquí viene la segunda anécdota), estaba mi tía María
en la sala de espera del hospital, esperando que le permitieran ver a mi
hermana, cuando el capellán entró manteniendo una conversación con un
matrimonio; una conversación que, al parecer, se prolongaba demasiado, pues el
sacerdote les dijo que los tenía que dejar, que iba a hacerles compañía a los
familiares de una niña que había muerto por la picadura de una víbora. No cabe
duda, la información que tenía era la de por la noche, cuando para los médicos
había nulas esperanzas de poderla sacar adelante.
Salió,
no hubo que amputar el brazo y hoy hace 54 años. Como ella es muy creyente,
ofreció el brazo de cera (no sé si se dice así) a la Virgen de Mirabueno, a la
que se iba en romería, desde varios pueblos de la comarca, todos los años por
el mes de mayo. Ella, Fina, se ha debido de perder pocos años (no sé si
alguno). Ahora se va en coche, pero aquellos años se iba en carro tirado por
mulas y andando y algunos, por promesa a la Virgen, descalzos.
En
fin, Fina. Como tú nos has recordado esta mañana, hoy cumples 54 años. Que lo
puedas contar muchos años más.
Algunas puntualizaciones sobre cómo llegó el antídoto al hospital.
ResponderEliminarAquel día tú viniste a informarnos a casa. Mi padre y yo fuimos contigo al hospital. Allí todo era un gran drama y creo que ni los médicos sabían muy bien que hacer. Alguien habló de buscar sanguijuelas y mi padre con uno de vosotros, yo creía que eras tú, fuisteis por los pueblos cercanos a buscarlas. Posiblemente hubo más gente buscándolas
En el hospital alguien propuso ir a la radio para que dieran el aviso de las sanguijuelas, y me mandaron con tu padre a intentarlo. Fuimos a una emisora que estaba cerca, creo que era radio intercontinental. Nos atendieron muy bien pero nos dijeron que no podían hacer ese llamamiento sin un permiso de sanidad. Pues a por el permiso a un departamento que nos indicaron en la radio y que estaba en plaza España.
Tu padre, casi sin voz y llorando explicó la situación a las personas que estaban en la puerta. Uno de ellos entro dentro y al rato salió con una señora que nos volvió a preguntar por toda la historia y nos informó que existía un antídoto que se hacía en Francia en el instituto Pasteur. Volvió a meterse dentro y después de un buen rato salió con un paquetito que me dio a mí personalmente. Nos dijo que tenían alguna dosis de antídoto que habían traído para un chico y que fuésemos rápidamente que en el hospital nos estaban esperando.
Cogimos un taxi y al llegar tu padre me dijo: “corre que tú tienes mejores piernas que yo”
Entré y pregunté a la enfermera que donde estaba el médico. Me preguntó si yo era la prima y al decirle que si me pasó rápidamente con él. Supongo que de sanidad habían avisado que yo llevaba el antídoto
Se le pusieron varias dosis y alguna hubo que traerla de Francia.
Después llegaron las sanguijuelas.
Se decía que el antídoto le había salvado la vida y las sanguijuelas el brazo
Esta es la historia del antídoto al que llegamos por pura carambola.
Muy bien Angelines, has explicado con mucho detalle algunas dudas que tenía yo y que ahora, al leer tu comentario, recuerdo alguna de ellas.
ResponderEliminarHas "redondeado" el comentario de lo que sucedió aquel maldito día.
Si, creo que la emisora de radio era "Radio Intercontinental"; estaba muy cerca del hospital y era una emisora que, en aquella época, estaba muy en boga.