La pintura de brocha fina se deja ver en las fachadas de las
casas, en algunos pueblos de la provincia de Segovia.
Como avanzadilla, hace ya unos años, un aficionado, José Miguel, de
Olombrada (Segovia), dejó su impronta en estas dos pinturas: un guerrero
medieval y un samurai, que este año ya ha tenido necesidad de darles una nueva
mano cambiando el colorido, ya que, originalmente los había pintado en blanco y
negro y, además, habían perdido la viveza del color por el paso del tiempo y la exposición a los elementos.
Desde hace un par de años, el alcalde de Olombrada (Segovia), jubilado de su profesión y aficionado a la pintura, viene dedicando parte de su tiempo libre a plasmar sus pinturas en las paredes de las casas del pueblo. Empezó en su barrio, en los aledaños de su casa, donde ya parece un museo al aire libre.
Los motivos son variados. Ha
plasmado dos iconos de su capital, como no podía ser de otra manera, el
Acueducto y el Alcázar; ha reflejado escenas antiguas de las labores del campo:
labrar la tierra con la yunta de machos tirando de un arado; la siega a mano,
con la hoz y la zoqueta; la trilla, con el trillo de pedernal (pernalas),
seguramente hecho en Cantalejo, tirado también por dos machos, o mulas, que yo
no les he mirado “eso”.
La siega a mano |
Este año ya ha “exportado” la
pintura a otro barrio, donde ha pintado el interior de una casa desde la que, a
través de una ventana abierta, se alcanza a ver las torres de la Iglesia.
Me voy a parar en una anécdota del
mural que representa la fachada de una casa, precisamente en la fachada de una
casa, donde aparece una puerta de dos hojas horizontales, entreabierta la de
arriba y cerrada la de abajo, donde, en el canto superior, aparece un gato
descansando. Me cuentan, probablemente sin exagerar, que paseando Ausen con su
perro, “el Chato”, este, cuando vio el gato, se quedó cuadrado con las cuatro
patas abiertas, rígido, enseñando los dientes, con los pelos como escarpias y
gruñendo amenazante, ante el gato que osaba desafiarle sin inmutarse.
Fachada de una casa sobre la fachada de una casa |
“El Chato” está acostumbrado a que todos los
gatos se escondan en el interior de las casas cuando él pasa por la puerta
Transcurridos unos segundos y a
la vista de que el gato no huía, comenzó a mover la cabeza hacia un lado y
hacia el otro, porque aquello le “olía a chamusquina”, hasta que cayó en la
cuenta de que lo que veía no era pelo, el gato no era de carne y hueso.
Otros cuentan que una golondrina,
en su vuelo, quiso entrar por la puerta entreabierta y se estrelló contra la
pared. ¡Poca vista!
QUE CUNDA LA COSTUMBRE
En el pueblo de al lado, Moraleja de Cuellar, pedanía
de Olombrada, este año ha surgido otro pintor, Marcelino García Arranz, con la
misma costumbre de dedicar parte de su, supongo, valioso tiempo a embellecer
las paredes de un pueblo semidespoblado. En este caso pongo su nombre porque
así lo tiene él en un autorretrato; además tengo su permiso, de palabra, para
hacerlo.
Este hombre, aunque de Moraleja
(bueno, según me contó él, nació en Olombrada), vive a caballo entre Fuenlabrada
(Madrid), de Sábado a Miércoles y Moraleja (Segovia), de Miércoles a Sábado.
La temática se repite, como es
lógico no es cuestión de desaprovechas dos monumentos de la envergadura del
Acueducto y el Alcázar de Segovia.
Alcázar de Segovia |
El Alcázar, que según me
manifestó el mismo, le llevó pintarlo unos tres meses, Marzo, Abril y Mayo, Está
pintado en una fachada en la entrada al consultorio médico, en la carretera de
Cuellar a Fuentesaúco de Fuentidueña y el Acueducto, en una fachada junto a la
Iglesia, que es precisamente la fachada de su casa, en la carretera de
Campaspero. Aquí, junto al Acueducto, es donde tiene su autorretrato y otras pinturas
de tamaño más reducido, entre las que podría destacar “Las Cataratas del
Niágara”.
Acueducto de Segovia |
Le pedí permiso para fotografiar,
aunque, como yo suponía, al estar en el exterior, no habría ningún tipo de
problema. No solo no me puso ninguna pega, sino que quiso que lo fotografiara
junto a algunas de sus obras.
También me enseñó algunos cuadros
que tenía en el interior, entre los que él destacó un retrato de su madre, ya
desaparecida.
Parece que empezó a interesarse
por la pintura desde muy pequeño, pero siendo de una familia humilde y teniendo
en cuenta que nos estaremos situando hacia mediado del pasado siglo; no tenía
muchas posibilidades, al carecer de
medios, para dejar de trabajar en el campo y dedicarse al estudio de la
pintura.
Solo cuando hizo el Servicio
Militar en África (creo que en Regulares) y el Coronel Jefe le vio entretenerse
haciendo alguna “cosita”, éste se interesó por él, le dio algunos consejos y le
liberó de algunos servicios, al tiempo que le encargó un cuadro que era el
logotipo o emblema del cuartel.
Esta no es ninguna pintura. Esta es una foto de la Naturaleza Puesta de sol en Castilla (Olombrada-Segovia) |
Me ha gustado ver las pinturas de mi pueblo. Sólo una puntualización: el samurai y el guerrero medieval no han sido dibujados por el tal Carlos.
ResponderEliminarPues me han fallado mis fuentes. Me gustaría que me dijeras quién es el autor para poderlo corregir.
ResponderEliminarY gracias por el comentario.
Bueno. Puede que no hayan sido mis fuentes las que me fallaran. Pueden haber sido mis neuronas.
ResponderEliminarMis fuentes, efectivamente, me confirman que no es Carlos: es Miguel.
Dicho queda.
El que las ha pintado se llama José Miguel.
ResponderEliminarBueno, José Miguel. Acabáramos hombre.
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