viernes, 30 de marzo de 2018

¡HASTA SIEMPRE MI PEQUEÑA!



Nos has dejado, aunque no por voluntad propia. Nos has dejado, a mi muy solo, aunque es verdad que estoy muy bien acompañado.
Estoy muy bien acompañado por nuestros hijos, que no veas como les ha dolido tu marcha; por Marleni, que me ha ayudado en tu cuidado en los últimos años; por Silvia, que ha estado muy pendiente en todo momento de cómo estabas y cuidando a nuestros nietos Dani y Jorge (no has podido aguantar para conocer a la que viene en camino, ¡con la ilusión que le hacía a Álvaro, según él mismo me confesó, que hubieras llegado a tenerla en tus brazos!) Supongo, eso espero y deseo, que lo superen pronto.
De mí, no sé qué puede pasar. Me siento muy solo, aunque al tiempo muy bien acompañado; pero es que ya me había acostumbrado a levantarme a las 7 de la mañana, para preparar y darte el desayuno, antes de que a las 9 vinieran del Centro de Día, Alberto y Silvia (muy agradecido a los dos), a recogerte y llevarte, hasta las 6 de la tarde que te volvían a traer, en este viaje de vuelta, otra vez Silvia y Florines ¡qué pareja de buena gente! En el Centro todos han sido muy cariñosos contigo. Yo le he tomado un aprecio algo especial a Gema que era con la que hablaba de tus cosas. Cuando llegabas a casa te preparaba una fruta batida para merendar y te dormías un ratito mientras llegaban las 8, hora a la que te daba la medicación y después las sesiones de Fisio y masaje cráneo-sacral con Nuria y otro día la Acupuntura (sobre todo Auriculoterapia) y Reflexología con Estrella ¡que majas las dos! Después cenabas, esperábamos un ratito y a las 10,30 o las 11 te acostábamos, hasta, más o menos, las 4 de la mañana que te cambiábamos y otra vez te daba la medicación y volvías a dormir hasta las 7.
Me he sentido muy confortado al ver la cantidad de amigos de tus hijos que nos han acompañado en todo momento. Incluso el primer día ya fueron Iniesta, que ya no le conocía y me dijo que sus padres me mandaban un abrazo; Monteserín, que incluso se llevó a su casa a la niña de Marleni, Meri, con su mujer, Gema; Al día siguiente, algunos, desde primera hora ya estuvieron llegando. Margarita, hija de Luis Gutiérrez, que me dijo que sus padres me mandaban un abrazo y que no podían venir por estar de viaje por Huelva; ya sabes, estos desaprovechan muy pocas ocasiones. Dos hijos de María Eugenia y Antolín: María Eugenia (hija) y José Ángel, tan cariñosos; Reyes, nuestra vecina, con su marido José; Mariano, del bloque 6, que llamó a Alfonso. También “Chete”; “Tatú”; Cesar, que recientemente había perdido a su padre; todos con sus respectivas. También Diana, Kiko, “Niki”, Irene, “Jardi” (Luis), Hugo y su hermano Iván; Míguel, que vino acompañando a su madre; Ángel, compañero de Álvaro en ajedrez y su mujer, Marisa; “Naná”, que me dijo que se acordaba de cuando, aun siendo niña, le hacías crepes, con Diego, su marido; Flor, la amiga de Álvaro y Marleni, que me dijo que Nelson y sus hijas me mandaban un abrazo; ¡Qué mujer más cariñosa! ¡Me cogía de la mano con tanta ternura! ¡Qué manera de aliviar mi angustia! Palomo, ¿te acuerdas? el que trabajaba en un concesionario Renault y, los grandes amigos del alma, de Álvaro: Julito, de Suances y Enrique "Cuchi", con su mujer Maite. Otros no pudieron venir, tienen otras obligaciones: que si cuidar a los niños, que si el trabajo; otros viven fuera, pero les llamaron. Me sentía reconfortado con tantas muestras de cariño sincero. Tenemos solo dos hijos, pero ¡valen tanto!
Me he sentido muy arropado por los hermanos/as, que son muchos y valen más; por los sobrinos, que son un montón y no ha faltado ninguno; por los primos, todos (Charo no pudo venir por estar cuidando a su hija Olga en Granada, algo perjudicada de salud, pero ya he hablado con ella), si vino Ana, tan cariñosa como siempre, ¿sabes que se ha hecho diseñadora de bolsos, con la marca Jellymoon?. Ah, sabes también, que tu prima Monse ha vuelto a ser abuela por segunda vez: ahora una niña, Maia: ya tiene la pareja. También me ha llamado Mari, la mujer de tu primo Maxi, que parece que está muy fastidiado.
Me he sentido muy arropado por nuestros amigos, ¡cómo les ha dolido tu marcha!: Pili y Carlos, Mari Nati y Fernando, Beatriz y Juan, Maivi y Jiuseppe, Fela y José luis. Me han llamado Margarita y Luis, que no han podido venir, ya te lo he dicho, por estar de viaje por Huelva. También me ha llamado Anuska y Toñín; Juan Teruel, que me dijo que te apreciaba mucho desde los tiempos de “La Hora Joven”. Ya han pasado unos años ¿eh? Han llamado Lina y Bernardo; Carmen y Víctor; María Eugenia y Antolín, que ahora viven en Alicante, ya te he dicho que mandaron a dos de sus hijos; Aurelio; Pedro Luis, desde Castejón; también vinieron desde Castejón Merce y Antonio, posiblemente no sepas quien son, pero a mí me aliviaron mucho el rato que estuve hablando con ellos. Todos los días me llama alguno. ¡Cómo les agradezco a todos esos ratos de conversación, que suponen para mí unos segundos de evasión!
Ah, se me olvidaba y fueron de los primeros en llegar, Empidia e Ismael, de tu pueblo, ¿no te acuerdas?, nos los encontrábamos casi todos los días en nuestro paseo mañanero por el camino de Frumales. Algunos días no iban juntos. Me parece a mí que a Ismael no le debe gustar mucho madrugar. Me ha llamado Paquita (“grupo de los martes”), yo no tenía el teléfono, pero parece que María Eugenia se ha encargado de comunicarles tu partida. Me manda un abrazo de parte de todas las del grupo.
No puedo enumerar a todos, pero si te quiero decir que estuvieron Estrella (acupuntura), de las primeras en llegar y Nuria (fisio), que se tuvo que marchar antes de las dos para recoger a la niña a la salida del colegio. También han llamado Pedro Mari Eibar (Bilbao) y Eduardo Céspedes (Vigo) y me mandaba un abrazo de parte de José Luis Urbano, de Sureya, ¿te acuerdas de él?, tú le atendías por teléfono cuando nos pasaban los pedidos, uno de nuestros mejores clientes de los primeros años y mejor persona. También me ha llamado Conchi, la secretaria de Céspedes.
No te puedes imaginar como ayudan a superar momentos tan complicados estas muestras de amistad y cariño.
Decirte que hemos estado unos días en el hospital contigo, desde el viernes hasta el martes, cuando te nos fuiste ¡para siempre! Fíjate, cuando te llevamos el viernes, porque me dijeron en el Centro que te veían un poco decaída y que te habían tomado la tensión en tres ocasiones y, aunque no eran valores excesivamente altos ni bajos, observaban que de una toma a otra había importantes cambios. Al hacerte el primer control en el hospital, me riñeron porque “no sabemos a cuento de qué la trae al hospital si está bien”. Yo me apoyé en el comentario que me habían hecho en el Centro de Día, pero me dió la impresión que no le importaba mucho al … enfermero. Le pregunté si te tenía que llevar a casa y entonces me dijo “hombre, ya que ha venido, que la vea un médico” (él era un enfermero que no sé muy bien que “pintaba” allí). Cuando te vio una doctora me dijo que te tenías que quedar esa noche, que te iban a hacer una serie de pruebas.
Al día siguiente, sábado, cuando volvimos, que solo nos permitían la entrada a las doce y media y a las siete de la tarde, a mí me dijo una doctora: “no está bien, pero la estamos cuidando”, este comentario de la doctora me dejó intranquilo. En la visita de la tarde, la misma doctora me dijo que en el transcurso del día habías ido empeorando. Te habían vuelto a hacer análisis y los resultados confirmaban que había alguna infección. Cuando nos marchábamos a dormir, Alfonso y yo, nos llamaron para decirnos que te cambiaban a una habitación sola y que podíamos quedarnos contigo. Para mí fue la confirmación de que te nos estabas yendo. Nos volvimos y estuvimos unas horas, hasta que Alfonso se marchó a casa para descansar y yo me quedé contigo.
Un día después, el domingo, te pasaron a una habitación de planta, la 628. Parece que ya estabas muy mal, aunque muy serena y tranquila y la doctora dijo que no se podía hacer mucho sino era acompañarte y darte mucho cariño. No te faltó, mi pequeña ¡Qué desesperación sentí en ese momento! ¡Qué impotencia! ¿Qué podíamos hacer nosotros? Comprendí que me estaban diciendo que no lo podrías superar. Ya no podíamos hacer nada, nada más que esperar. Por la tarde Álvaro se marchó a dormir un rato para quedarse contigo esa noche. Llegó sobre las once y nos marchamos a dormir Alfonso y yo. Te nos ibas, pero aún apretabas con tu mano sobre la mía y, si yo hacía la intención de soltarte, tu me sujetabas la mano más fuerte. En una ocasión, al darte un beso, acerqué mi boca a tu oído y te susurre, bajito para que no lo oyera nadie: te quiero pequeña. Me pareció que me apretaste un poco más con tu mano, lo que no pude interpretar es si me decías “yo también te quiero”, o aquello de “anda tonto”.
La noche la pasaste tranquila, ¡ay, demasiado tranquila! Por la mañana, el martes, no dabas ningún síntoma que nos pudiera hacer pensar en alguna mejoría, yo me agarraba al hecho de que te estuvieran poniendo antibiótico, quería pensar que aún había alguna posibilidad. Pero no. Te quejaste un poco y cuando avisamos a la enfermera te puso Paracetamol. Ya no me apretabas la mano con la tuya. Vino la doctora y nos dijo que estabas en “gravedad extrema y en semi-coma”, habías iniciado tu marcha y sin retorno. Respirabas muy tenue, muy flojito; cada vez más espaciado, algunas veces tardabas un poco más en volver a respirar y nos asustábamos, hasta que en una ocasión … ya no volviste a respirar mi pequeña, te habías ido y nos dejaste solos, muy solos. 
Yo nunca he sabido donde está el alma, si en el corazón o en el cerebro, pero yo sé dónde estás, me lo dijo Beatriz, cuando pregunté ¿Dónde estará ahora? Ella dijo AQUÍ y me tocó el corazón. ¡HASTA SIEMPRE MI PEQUEÑA!

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